A lo mejor ... a lo peor

"A lo peor nadie me atiende,
nadie recibe los mensajes,
nadie se alegra, nadie llora,
nadie enciende su sangre,
con estos versos que se rompen,
en los papeles
y en el aire".

Así comienza un poema de Mario Benedetti, mostrando una inmensa preocupación ante la posibilidad de que sus versos no encuentren destinatario.
Supongo que este miedo es algo propio de cualquier artista. Hago canciones porque necesito hacerlas. Algo desde dentro me empuja a ello. La guitarra es mi nexo con lo que soy incapaz de entender, mi analgésico, mi forma de rebelarme, un modo de transformar la soledad, la muerte, la incertidumbre, la rabia y demás provocadoras de angustia en algo hermoso y con sentido.
Pero no sólo eso. También existe la necesidad de compartir. De sentir que alguien acoge las canciones. Ahí es donde cobran de verdad vida. Un atardecer no sería poesía sin alguien que lo contemple estremecido. Una canción tan sólo sería un conjunto azaroso de vibraciones en el aire sin alguien que escuche.
La mayor parte del tiempo que paso con la guitarra es en soledad. Escribo, pruebo, cambio, arreglo una y otra vez las canciones. Sin embargo, todo ello tan sólo cobra sentido cuando en un concierto, sea ante dos, diez, cien o mil personas, sucede que lo único que rompe el silencio es una canción.
Ayer tuve la fortuna de vivir ese momento.
Gracias...
Y de nada...